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Hinojares es una villa y municipio español de la provincia de Jaén, en la Comunidad autónoma de Andalucía. Situada a 672 metros de altitud, tiene una extensión de 40,04 kilómetros cuadrados y una población de 447 habitantes (2007). Casi la totalidad del municipio forma parte del Parque Natural de la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas. Rodeada de barrancos, fue aldea de Pozo Alcón hasta el año 1690 en que se convirtió en villa, pasando su señorío a manos de D. Iñigo Fernández de Angulo y, posteriormente, al marqués de Hinojares. Destaca la Iglesia Parroquial de San Marcos Evangelista, en cuyo interior existe una pila bautismal de mármol blanco.

Pueblo blanco, guiso de greda, yeso, cal y geranios, con una pizca de sal de manantial. Calles estrechas, vestidas de balcones floridos, Hinojares es la puerta de entrada a un mundo preñado de contrastes y belleza, diverso y rico, ejemplo sin igual de la convivencia de Hombre y Naturaleza durante milenios, donde esta permanece preservada, viva y luchadora. En la actualidad, Hinojares, es el municipio jiennense con menor numero de habitantes: 400 residentes en el año 400 residentes en el año 2001. La mayor parte de la población vive en el pueblo, que se divide en tres barrios.

El Barrio Alto, abrazado al río en el inicio de la vega sobre la que se apoya la población, gira en torno a otra fuente ancestral, que lleva su nombre, situada en la Calle Real. La mayor parte de las casas se sitúan a la derecha del cauce. Unidas por un puente estrecho y curtido por el tiempo, unas pocas viviendas y apriscos, y algo más arriba, un rincón junto al cauce que se utiliza como abrevadero desde el medievo. Las construcciones populares, unidas a huertos familiares en su mayoría, también guardan la interesante arquitectura etnográfica popular del resto del municipio.

El Río Turrillas vertebra la vida, la geografía y la historia del municipio. Sus dos aldeas custodian al cauce; en su cuna, cuenca, y en su muerte, Arroyo molinos, donde confluye con el Río Ceal. La primera, de aire montañés, es la única habitada de la actualidad. La mayor parte de las fincas se ubican alrededor de las siete fuentes, donde nace el Río y el Valle, a los pies de la ``Vinatera´´, cascada temporal y talismán de buenas cosechas. Se encuentra a una legua del pueblo, a la derecha del al carretera vieja de Quesada, el camino que utilizan los peregrinos para llegar, andando a venerar a la virgen de tiscar, madre de la sierra.

El edificio más notable de Hinojares es la iglesia parroquial de San Marcos, construida a finales del siglo XVII, que exteriormente presenta muros con escasos y reducidos vanos, ya sean circulares o rectangulares, y una puerta de acceso lateral desprovista de cualquier tipo de ornamentación. La completa un campanario, simulando una espadaña, colocado en el muro que une la cabecera con el resto del cuerpo del templo, cerrando la lonja que bordea la única nave. En su interior se adapta a la forma de cruz latina y cuenta con un retablo de origen renacentista y una pila bautismal de mármol blanco a la que sus feligreses tienen en gran estima.

Tiene Hinojares por patrón a San Marcos, cuya festividad se celebra el 25 de abril, en la que se procesiona al santo evangelista con una torta en su brazo izquierdo, representación de las muchas que al finalizar la ceremonia religiosa son repartidas entre propios y extraños, como un viejo y ancestral rito de caridad comunal, y que son costeadas por el erario municipal. Hasta hace medio siglo era costumbre que el Santo Patrón no procesionara solo por las calles de Hinojares, acompañándolo la imagen de San Blas. A finales de septiembre se celebraban, hasta la década de los ochenta del siglo XX, las fiestas en honor del Santo Cristo del Perdón, fechas en las cuales ya habían terminado las faenas agrícolas del verano.

La cocina de Hinojares se encuentra inmersa en la que le es propia a la comarca a la que pertenece, donde los diferentes “ajos”, o guisos de ingredientes machacados, son vianda común a todos los pueblos serranos. Entre ellos es digno de mención el antiguo “ajo hachero”, que preparaban los cortadores de pinos, y que tomaba un sabor especial e inolvidable cuando se lo preparaba, y aún se prepara como reliquia gastronómica, con unos guízcanos de la sierra. “Ajos” como el no menos popular “ajomarrano”, con el que se culminaban los días del rito matancero, sobre el que se fundamentaban los demás ritos pitanceros entre parientes y vecinos.

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